Los cohetes se dividen en dos tipos: los de carburante sólido, como los misiles balísticos intercontinentales, y los de carburante líquido, como el impulsor espacial Saturno V. En ambos casos, se denomina motor a la cámara de combustión donde se quema el carburante. En un cohete de carburante líquido, los combustibles propulsores se almacenan en tanques separados y se hacen entrar en cantidades adecuadas dentro del motor; por el contrario, en los cohetes de carburante sólido la carga propulsora se almacena y se quema dentro del motor.
El origen de los cohetes parece ser chino. Existen relatos que describen que desde el primer siglo de nuestra era, los chinos empleaban los fuegos artificiales mezclando salitre, azufre y polvo de carbón. Un combate entre chinos y tártaros alrededor del año 85 d.C., parece ser la primera utilización militar. En 1260, el monje franciscano Roger Bacón, llevó la pólvora a Europa, la cual posteriormente fue utilizada en proyectiles incendiarios de alcance mediano para atacar la ciudad de Mestre.
En el siglo XIII, se uso durante la defensa de la capital de la provincia china de Henan. Más tarde durante el reinado de la dinastía Ming (1368-1644), existió Wan Hu, un apasionado por el diseño y la fabricación de cohetes, quien un día, se sentó en una silla acoplada a dos cometas y 47 cohetes, los cuales fueron encendidos por sus 47 ayudantes. Cuentan se produjo una gran explosión, Wan y la silla desaparecieron.
En 1381, Bolonia fue sitiada y atacada con los mismos proyectiles de mediano alcance. En el siglo XV se usaron para incendiar los aparejos de los barcos enemigos en las batallas navales. Durante toda su vida, el coronel ingles William Congreve diseño, desarrollo y perfeccionando cohetes. A su muerte, en 1826, dejó entre sus documentos planos de un cohete de un calibre de 20 cm y notas relativas a cohetes que pesaban 200 y 300 kg. El cohete de Congreve, se utilizó por primera vez en 1805 durante las Guerras Napoleónicas, cuando Gran Bretaña atacó el puerto de Boulogne, en Francia, con el objetivo de destruir la flota de barcazas que Napoleón había almacenado. También, en el sitio de Cádiz (España, 1810) y la guerra Carlista (España, 1833 y 1840). Hacia 1825, casi todos los países europeos habían copiado el cohete de Congreve. Poco se avanzó en el desarrollo de la cohetería durante las últimas décadas del siglo XIX. Durante la I Guerra mundial, los cohetes se utilizaron para hacer señales y los franceses los usaron en derribar globos de observación llenos de hidrógeno. Entre 1914 -1918, se reanudaron las investigaciones, pero con intereses puramente científicas. Entonces, aparecieron los primeros científicos que convirtieron al cohete en un sistema para impulsar vehículos aeroespaciales tripulados. Entre ellos, el ruso Konstantín Tsiolkovski, el alemán Hermann Oberth y el estadounidense Robert Hutchings Goddard, y, más tarde los rusos Serguéi Koroliov, Valentin Gruchensko y el alemán Wernher von Braun.
Tsiolkovski (1857). Es considerado el padre de la astronáutica. En 1898 propuso por primera vez el empleo de propergoles líquidos, y preconizo para los cohetes una combinación de hidrógeno y oxigeno liquido o de hidrocarburos livianos. y puso a punto la ley fundamental de la velocidad final de los cohetes. Realizó los primeros cálculos relacionados con a la posibilidad de los vuelos interplanetarios y la puesta en orbita de los satélites artificiales.
Hermann Oberth (1894). Nació en Transilvana, Estudio medicina pero fue apasionado por los cohetes. En 1923 publicó “Los cohetes en el espacio interplanetario” y en 1929, “Los caminos de la Astronáutica”. Al convertirse en ciudadano rumano por causa de la guerra, volvió a su país natal para proseguir sus investigaciones, donde se dedico a desarrollar numerosos proyectos de cohetes, incluyendo astronaves. Aunque no tuvo apoyo suficiente para llegar a cabo sus proyectos, abrió el camino a la más grande realización de la civilización humana.
Robert Goddard (1881). Nació en Massachussets, fue profesor de la universidad de Clarke. Publico “Acerca de los métodos para alcanzar alturas extremas”. En ella Goddard discutiría, la posibilidad de llegar la Luna con un cohete experimental. Después de numerosos cálculos y ensayos, lanzo el 16 de marzo de 1926, el primer cohete de propergol liquido (oxigeno liquido y petróleo puro).
En posteriores ensayos trabajó en la estabilización automática por medio de giroscopios. Consiguió alturas de 2750 m con velocidades de 880 kph. Durante la Segunda Guerra Mundial, Goddard colaboró con la Marina de EEUU.
Durante la Segunda Guerra Mundial, los alemanes, guiados por Wernher von Braun, desarrollaron los cohetes V-1 y V-2. El V-1 tenía más características de misil con propulsión a choro, pero en esencia, puede considerarse como un avión a reacción no tripulado, que requería combustible constituido por gasolina mezclada con aire. Su motor estaba situado encima del proyectil. El conjunto tenía una longitud de 8,22 m de largo y 1,50 m de diámetro en su parte más ancha, con un peso total de 2.170 Kg, de los cuales que 900 eran de explosivos, a base de nitrotolueno y nitrato amónico, que se alojaban la parte delantera del proyectil.
El V-2, fue el primer misil del mundo usado por la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial. El misil, se trasladaba en un transportador-erector de ruedas llamado Meilerwagen, el cual poseía un sistema hidráulico que elevaba el misil hasta colocarlo en ángulo de 90° en una base giratoria sobre un dispositivo de lanzamiento, y era remolcado por un tractor. En la parte superior del misil se hallaba la ojiva, que pesaba 975 kg, de los cuales 910 eran la carga explosiva. La sustancia explosiva usada era amatol, un producto sin riesgo de explosión prematura. Los cohetes V, fueron base para el desarrollo de los cohetes balísticos rusos y estadounidenses (se autopropulsan solo en la parte inicial de su trayectoria) destinados para uso militar. El programa espacial soviético, por ejemplo, utilizó cohetes derivados del misil balístico R7, utilizados durante la Guerra Fría entre 1959 y 1968. Este tenia una longitud de 34 m, un diámetro de 3 m y un peso de 280 t, impulsado por cuatro motores cohete y alimentados con oxigeno liquido y queroseno. De capacidad para transportar una carga de 5 t y un alcance de 8.800 km. Poseía una ojiva nuclear simple con un rendimiento nominal de 3 megatones.
Militarmente se destacaron, los cohetes designados por las letras A, B, C, D y G, todos diseñados para portar una cabeza nuclear de 10 megatones (o más) a través de 12 mil kilómetros. Los D y G , denominados protón, se usaron para lanzar las misiones Sputnik.
Los Estados Unidos construyeron cohetes con un calibre de 11,3 milímetros que se podían disparar desde lanzadores simples o múltiples instalados en las alas de los aviones. Su longitud podía ir desde los 76 m hasta los 1,90 m, se estabilizaban con alerones, favoreciendo su precisión. Por ejemplo, el Cohete HVAR, era muy común, tenía 12 cm. de largo, transportaba una cabeza explosiva de unos 21 kilogramos y tenía un alcance de más de 4.570 metros.
Se destacaron otros cohetes como; el Astrobee, el Vanguard, el Redstone, el Atlas, el Agena, el Thor-Agena, el Atlas-Centauro, la serie Delta, los Titanes y los Saturno, destacándose el Saturno V ( el mayor cohete de todos los tiempos, usado para el programa Apollo) el cual marcó un avance en el desarrollo de la astronáutica. Apoyándose en los logros y avances alcanzados por los científicos pionerios, países como Francia, Japón, China, Brasil, la India y el consorcio europeo a través de la Agencia Espacial Europea (ESA), en las últimas décadas, también han construido cohetes en el marco de un programa espacial en cada país. La ESA por ejemplo, desde 1979, ha empleado en cinco lanzamientos exitosos al espacio, los cohetes Ariane. Luego de hacer este corto recorrido por la evolución de la cohetería, nos es más fácil reconocer y dar créditos a aquellos científicos que motivados por el animo de hacer ciencia o lograr triunfos militares, abrieron el camino hacia la conquista del universo, ya que, sin un avanzado mecanismo de propulsión, el hombre jamás hubiera conocido la belleza del espacio que nos rodea.
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